CÓMO ESCRIBIR UNA HISTORIA SENCILLA (PERO INTERESANTE)
TALLER DE NARRATIVA LUIS TEJADA
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1.El entorno de la narración2. El protagonista3. El antagonista4. La trama5. El clímax de la historia6. Los personajes secundarios7. Trucos para construir una buena trama8. Esquema de trabajo9. Para practicar un poco |
ADVERTENCIA: Nadie te examinará de esto. Si lo lees, o peor, si lo pones en práctica, lo harás sólo por tu gusto y voluntad. Si observas estos consejos, puede que empieces a escribir historias magníficas. Ten cuidado, porque engancha. Y otra advertencia: te parecerá fácil, pero no lo es tanto.
Seguro que te ha pasado alguna vez: escribías un relato y disfrutabas haciéndolo; pero lo dejaste porque se quedó atascado. Perdió la fuerza, o simplemente dejó de interesarte. Quizá decidiste terminarlo como fuese, por prisa o por cansancio; y aunque había empezado bien, al final quedó hecho un churro.
Vamos a procurar que el desastre no se repita. Escribir ficción también tiene sus triquiñuelas. Vas a aprender algunos trucos útiles que emplean los profesionales de la narración (novelistas, y también guionistas de cine y de televisión).
Las técnicas que se te mostrarán son las técnicas que sirven para construir una historia (no para narrarla). Por lo tanto, no hablaremos de la narración en primera persona, ni de la tercera, ni del estilo indirecto libre, ni de nada que ya puedas encontrar en los apuntes de clase, o el libro de texto (y que son importantísimas, por eso están ahí).
Por último: éste no es el único camino, desde luego. Pero es sencillo y, si se sabe manejar, rápido.
1. El entorno de la narración
Antes de nada, asegúrate de que conoces el terreno que pisas. Es decir, si vas a escribir una historia de detectives, emplea ambientes que conozcas: mejor en tu pueblo mismo o una ciudad cercana que en Nueva York; si la quieres ambientar en un momento histórico, procura documentarte antes. Lo más cercano es lo que mejor funciona. Inspírate en gente que conozcas, o entornos que domines. Si quieres que tu historia transcurra en la Edad Media, o en la Guerra Civil, o en la España Imperial, entérate bien de cómo funcionaba todo en la época. Una vez leí un libro ambientado en el siglo XVIII, y los personajes entraban en una posada ¡y se duchaban! (dejé de leerlo).
Sobre todo: procura que los comportamientos sean verosímiles. Esto vale incluso para entornos fantásticos: tanto si es ciencia ficción, como si es un mundo al estilo de El Señor de los Anillos, procura que la gente se comporte tal y como se comportaría en nuestro mundo: con cierta lógica. Por ejemplo, si tu personaje se hace con una nave espacial, o un caballo, que haga como si se tratara de un coche: que mire las ventajas e inconvenientes de su nuevo vehículo, si tiene suficiente dinero para pagarlo, o qué hará cuando se le estropea.2. El protagonista Ahora necesitas un protagonista, sea hombre o mujer. Escríbele una breve historia. Aunque no aparezca en detalle en la narración principal, puede ser importante para que te formes una idea clara de cómo es: ¿Dónde nació? ¿Cómo se crió? ¿Qué quiere hacer en la vida? ¿Qué le gusta, o qué detesta? ¿Quiere llegar a ser rey, o aspira a salvar a su familia de la ruina, o sueña con ser futbolista profesional, o con ser cantante, o caballero, o con trabajar en una tienda de música? Todos los datos relevantes que formen su personalidad deben hallarse en esa historia, aunque —repetimos— no aparezcan en la narración. Sólo te servirán para entender a tu criatura y por qué motivo decide embarcarse en una aventura y actuar como lo hace. Los motivos pueden ser muchos, pero básicamente son dos: o busca algo, o escapa de algo.
Tu protagonista quizá sea un héroe —o heroína— y cuenta con gran astucia y valentía, u otras cualidades que hacen único al personaje. Siempre tendrá algún rasgo destacado: a lo mejor sabe manejar la espada, o es muy hábil con los ordenadores, o sabe todo lo que hay que saber sobre crímenes o sobre fútbol. Puede que tenga un físico atractivo, y gran nobleza de corazón. Sin embargo, lo que le hará humano serán sus debilidades. Búscale una o dos, y verás cómo se hace más interesante. Hay dos tipos de debilidades: las físicas y las emocionales. Las debilidades físicas consisten en alguna peculiaridad de su cuerpo que lo limita: resulta que no es guapo, sino feo; o padece una enfermedad, o alguna limitación corporal que debilita su ánimo; quizá es manco, o debilucho, o cojea de una pierna desde que se cayó de un caballo, o es demasiado bajo o demasiado alto. Las debilidades emocionales son mucho más atrayentes (tiene miedo de la oscuridad, o del ridículo, o no confía en las personas, o es demasiado cándido, o es un glotón, o miente…). Son más intensas porque, tarde o temprano, el protagonista tendrá que superarlas. Habrá de vencer su miedo, o su tendencia a la ira, o su codicia, o su claustrofobia, o su desánimo. Quizás ha hecho algo muy malo, lo cual le atormenta, y por eso desea redimirse, o reparar el mal causado. O acaso es egoísta, y al final debe desprenderse de lo que deseaba.
Observa: si en la trama el personaje consigue superar sus limitaciones, físicas o emocionales, la historia
ganará en consistencia. Mira cómo se sobreponían a sí mismos Chicken Little, o el pececito Nemo, o Frodo Bolsón. Sherlock Holmes o el doctor House son genios como detectives o médicos; pero el primero desprecia a los humanos, y sufre de drogodependencia; y el segundo además es un cascarrabias, y le duele constantemente la pierna. Esos rasgos les hacen vulnerables y por lo tanto interesantes, pero si se dejan vencer por ellos, se destruirán.
Por el contrario, un protagonista demasiado poderoso deja de interesarnos. Eso le pasa a Neo, en la segunda película de Matrix (con demasiadas peleas previsibles, que no hacían avanzar la acción). Incluso Supermán necesita la kryptonita.
3. El antagonista
Ahora hace falta un antagonista. Muchas veces es el “malo” de la historia, pero no es necesario que sea “malo”. El antagonista es el que se opone al protagonista para que éste consiga lo que quiere. Puede ser su padre, o un amigo que no le permite lograr lo que se propone. De todos modos, lo más frecuente es que sea el malvado.
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El conflicto entre el protagonista y antagonista es el alma de la historia. Hay conflicto cuando ambos se enfrentan por ganar alguna cosa (un objeto mágico, por ejemplo; pero también puede ser el prestigio ante los demás, el éxito, el amor de alguien…). El triunfo de uno implica la derrota del otro, y eso es conflicto. Ahora, para crear al antagonista, repetimos el mismo proceso: el antagonista ha de ser único en sus cualidades y también en sus defectos: es fuerte, pero vanidoso; o es una mujer hermosa, pero cruel; quizá es muy astuto, pero codicioso…
Observa: el antagonista debe resultar opuesto al protagonista: Si el protagonista es físicamente débil, el antagonista será fuerte; si uno es bello, el otro monstruoso; si uno es miedoso, el otro valeroso, etcétera. No se trata de que sean opuestos absolutamente en todo, aunque sí en los rasgos principales sobre los que gira la historia. Clark/Supermán es generoso y altruista; Lex Luthor es egoísta y ambicioso. Batman es un justiciero, oscuro y serio; el Joker es un criminal sádico y bromista. Recuerda: los polos opuestos se atraen.
![]() 4. La trama
Es lo más difícil de la historia. No importa si es larga o corta. Lo más importante es que sea creíble y que interese al lector.
Lo primero que necesitamos es una introducción al mundo en el que narramos la historia. De este modo presentamos a los personajes comportándose con normalidad en ese mundo, hasta que ocurre algo que desencadena el conflicto. En un cuento, esta parte ha de ser muy breve. En cualquier caso tendrá que atraer al lector, pues presenta ya al personaje principal, con sus deseos y sus debilidades. Podemos presentar a un chico que se siente despreciado por quienes le rodean (como le ocurría a Peter Parker, hasta que se convierte en Spiderman; o a Harry Potter, hasta que descubre que es un mago), o a un aldeano que vive pacíficamente hasta que alguien le encomienda una misión (Frodo el hobbit, o Luke en La Guerra de las Galaxias). Perfectamente puede tratar sobre un chaval que vive alegremente, hasta que le dicen que tiene un crucial examen de recuperación del que ni se acordaba. O una chica, cuyo nuevo vecino recién llegado resulta ser un fugaz —y embarazoso— amor que tuvo en el verano.
El detonante de la trama ha de tener que ver con las limitaciones del personaje, y plantea el conflicto. ¿Será nuestro personaje capaz de superar sus limitaciones para conseguir su meta? Ésta es el alma de muchas narraciones.
Si hacemos que lo consiga enseguida, y venza, y ya está, habremos escrito una historia corta pero muy aburrida. Una buena trama ha de contar con sucesivos obstáculos, que la hacen interesante. Y, ojo, cada obstáculo ha de presentar un conflicto, que lleva hacia otro obstáculo. Finalmente, el último obstáculo decide la historia —es el clímax— y enfrenta al protagonista contra el antagonista. El protagonista supera sus debilidades y vence. El antagonista sufre las consecuencias de sus actos. No siempre ocurre así, pero es el esquema de la mayoría de las películas.
¡Vaya con los conflictos! ¿Y qué es exactamente un conflicto en la narración? Un conflicto consiste en una situación en la que un personaje se enfrenta a otro personaje o a una circunstancia. Aunque hay muchas posibilidades, las más habituales son las siguientes:
a) Personaje contra personaje. Un personaje se enfrenta a otro. Por ejemplo, en las películas de Spiderman,
Peter Parker combate al Duende Verde, o al doctor Octopus. Luke lucha contra Darth Vader. El sheriff pelea contra los bandidos. D’Artagnan vence a Milady. En este conflicto final, la historia entera gira alrededor de elementos opuestos encarnados también en personajes opuestos: el bien contra el mal, la generosidad contra el egoísmo, la ley contra los forajidos… No es muy sutil, pero funciona, y es muy útil para expresar ideas o actitudes contrapuestas. Tampoco tiene por qué ser violento: la confrontación puede consistir en una conversación intensa, un juego en el que se compite, etc.
b) Personaje contra la Máquina. Un personaje se enfrenta a una máquina, o a
un objeto artificial que no es humano. James Bond o Lara Croft suelen hallarse más pronto o más tarde desactivando una bomba, o forzando una puerta mecánica con un código secreto que antes han de conseguir en alguna parte. O quizá tengan que resolver un enigma para encontrar un tesoro, o detener un aparato descontrolado que amenaza con estrellarse. No tiene por qué ser un recurso espectacular: quizá un estudiante deba conseguir un certificado para presentarse a la Universidad, y no consigue tenerlo a tiempo, o un periodista intenta acceder a un ordenador con información que le interesa, o una persona necesita desesperadamente un préstamo que le deniega el banco. La Máquina es amplia y misteriosa. Cualquier objeto inhumano y artificial es “máquina”.
c) Personaje contra la Naturaleza: A veces el personaje ha de luchar contra los elementos, o las bestias salvajes: ha de cruzar un desierto, un páramo helado o una selva.
O un barrio peligroso, en medio de la noche. En este conflicto, el personaje se enfrenta a un lugar y a sus características, lo que incluye animales feroces o monstruos. En sentido amplio, vale cualquier lugar hostil: el mar con una tempestad; una carretera solitaria, donde se ha averiado el coche (lo que lleva a otro conflicto, contra la máquina); un planeta inhóspito, o una ciudad... Lo has visto muchas veces: el pirata Jack Sparrow es abandonado en una isla desierta, la Comunidad del Anillo ha de cruzar un paso entre las montañas (y no lo consiguen, lo que les lleva a las oscuras Minas de Moria)…
d) Personaje contra la Sociedad. En este conflicto, el personaje se enfrenta a otros
personajes de su grupo o comunidad (no necesariamente sus enemigos) que se oponen a sus propósitos. Jack Sparrow ha de persuadir a sus compañeros para que le ayuden a buscar a los piratas malditos. En muchas películas del Oeste, el protagonista trata de convencer a los habitantes de un pueblo para que planten cara a los bandidos. El doctor House discute constantemente con sus colegas. Fuera del género de aventuras, también es muy frecuente: un obrero de una fábrica trata de movilizar a sus compañeros para que protesten por alguna injusticia, o un niño trata de convencer a sus amigos para que le sigan en una travesura.
e) Personaje contra sí mismo. Es uno de los conflictos más poderosos, y suele
reservarse para el clímax de la historia. En éste, el personaje ha de vencer sus debilidades, o sea, ha de luchar contra sí mismo, quizá contra sus convicciones. Frodo el hobbit ha de luchar contra su codicia y su deseo de poseer el Anillo. Lobezno (de los X-Men) ha de sobreponerse a su deseo de individualidad para formar parte de un grupo y vencer a Magneto…
Observa: no siempre el protagonista supera todos los conflictos. A veces un conflicto no se resuelve, y lleva a otro. Si no se puede conseguir un billete hacia un destino, habrá que buscar otro modo de llegar allá. O el resolver un conflicto abre otro nuevo (Sparrow es rescatado de la isla, pero para ser apresado por el gobernador de Jamaica).
Es importante que cada conflicto actúe como barrera y como impulso: es una barrera porque presenta algún obstáculo que se debe superar. Es un impulso porque su resolución abre una nueva posibilidad en la historia, e intriga al público haciéndole pensar ¿qué ocurrirá ahora?
Cada conflicto debería consistir en una pequeña historia en sí mismo, con su introducción, desarrollo y desenlace. Si los conflictos son interesantes, la historia “tira” hacia adelante. Si son poco consistentes, o no tienen mucho que ver con la historia (y con el clímax), la trama pierde fuerza o se dispersa. En medio de una investigación por asesinato, el detective no puede ponerse a buscar dónde recargar su móvil, si esa acción no tiene nada que ver con la historia ni importa para el conflicto final.
5. El clímax de la historia
Clímax en griego significa “escala” o “escalera”. Efectivamente, un buen relato tiene que estar configurado así: el interés ha de ser creciente. El punto en el que la narración alcanza la máxima intensidad es el clímax.
El clímax es el conflicto final y su resolución. Un conflicto ha llevado a otro, y éste a otro más, hasta que todo desemboca en el gran final de la historia. El protagonista y el antagonista se enfrentan cara a cara. Quizá lo hicieran antes, y venció el malvado. El protagonista quedó herido, o prisionero, y todo parecía perdido. Incluso puede que perdiera a sus amigos, o a algún ser querido. Pero finalmente se sobrepuso a su situación y ha conseguido enfrentarse de nuevo al malvado.
En efecto, estas líneas te hacen recordar muchas películas. Justo antes del clímax se suele incluir una depresión en la historia, un punto en el que parece que el protagonista no triunfará, que todos sus esfuerzos no han servido para nada. Esto se hace así para dotar de mayor fuerza al clímax, mediante el contraste.
Pero llega el enfrentamiento. Este momento debe ser el mejor de los conflictos, o el más intenso y definitivo. Protagonista y antagonista se enfrentan, eso es lo más frecuente. Sin embargo, también hay otros caminos o conflictos que se pueden superponer: el protagonista quizá luche contra sí mismo (su deseo de venganza se opone a su sentido de la justicia, por ejemplo; o descubre que su adversario es ¡su padre!). Posiblemente pelean en medio de un entorno hostil: un incendio, una tormenta, el azar de una batalla… Los guionistas cinematográficos suelen amontonar dos o tres conflictos en el final.
No te compliques demasiado, de momento. En cualquier caso, reserva tu mejor conflicto para el final. El clímax es lo que dejará el sabor de boca bueno o malo, y si es malo, no importa que el resto del relato sea muy bueno. Un relato intenso con un clímax flojo se irá abajo. En cambio, un relato correctito con un final intenso gana mucho.
Por ejemplo: los finales sorpresa suelen ser muy efectivos (¡el asesino es el amigo del detective, y no el loco al que perseguían!). Pero si la sorpresa no es convincente, o muy trillada, el lector pensará que le han tomado el pelo. Nunca escribas un relato en el que, al final, todo resulta ser un sueño. La primera vez tendría su gracia, pero ya no funciona. Lo del asesino también está muy visto.
Y cuando lo resuelvas todo, tras el clímax (el héroe acaba con el malvado, la justicia triunfa, el mundo se salva…), piensa en terminar la historia lo antes posible. Hay que acabar antes de que el relato se desinfle. No empieces a contar lo que le pasó a este y lo que le ocurrió al otro, a no ser que sean relatos en sí mismos (en la tercera película de El Señor de los Anillos, el director se la jugó con eso, y a mucha gente le fatigó el final).
Si se acabó, se acabó. Fin.
6. Los personajes secundarios
No hemos hablado de ellos. Hasta aquí, parece que la historia sólo tenga que ver con el protagonista y el antagonista, y no es así. Necesariamente tendrás que usar personajes secundarios para narrar la historia, y fíjate en que decimos “usar”. Y a veces “usar y tirar”.
Los personajes secundarios no deben aparecer “porque sí” o porque “molan”. Su función es ayudar a construir la historia. Si aparecen muchos personajes que ni hacen avanzar la trama, ni intervienen en ella, la historia se vuelve pesada. Por otra parte, si todos los personajes tienen una función en la trama, la historia se mantendrá ágil aunque sea larga. Son de varios tipos:
Secundarios ayudantes
Los personajes ayudantes son los que ayudan al protagonista. Pueden guiarlo, acompañarlo, luchar a su lado, etcétera. Lo más importante es la función que cumplen en la trama. Un buen secundario puede servir para muchas cosas:
· Es la “voz de la conciencia” del protagonista: le advierte de lo que hace, trata de prevenirlo, le avisa del mal. Sirve para representar la lucha interna del personaje. Es Sam para Frodo, o Pepito Grillo para Pinocho. Este recurso es bastante más elegante que poner al protagonista pensando constantemente si hace bien o no, y mucho menos tontorrón que meter angelitos y diablitos para indicar el bien o el mal.
· Es un “seguidor”, forma parte de un equipo que dirige el protagonista. Un soldado del pelotón, el investigador de un equipo policial, la periodista de la redacción, etc. Podemos individualizarlo un poco, pero básicamente es un compañero fiel. Así, los amigos de Harry Potter ¡o los de Torrente!
· Es un “personaje premio”, es decir, alguien que sirve como objetivo del protagonista: la princesa prisionera a la que hay que rescatar, los rehenes que se deben liberar, el amigo al que hay que apartar de las drogas…
· Es un “maestro”: prepara al protagonista y le ayuda a vencer sus limitaciones. Obi Wan Kenobi para Luke, el ciego para Lázaro, Morpheus para Neo (en Matrix)… Suele ser alguien más o menos sabio y experimentado. A veces, su pérdida supone la “mayoría de edad” del personaje: cuando muere Obi Wan, Luke está preparado para enfrentarse a Vader; cuando Lázaro se libra del ciego, ya es un pillo como él. También es útil en las tramas con venganza: alguien mata al maestro, y el discípulo trata de vengar su muerte.
· Es un “destinador”, o sea, alguien que encarga una misión al protagonista. Puede ser su jefe, la chica o el chico al que ama y que le pide alguna cosa, el tipo que muere justo antes de dar una información crucial para que la lleve a alguna parte, el rey que encomienda una misión al caballero… Si el protagonista no tiene ningún motivo especial para emprender su búsqueda, el destinador se lo da. Ésa es su función.
· Es un “personaje herramienta”, cuya función es ser útil para lograr un objetivo. Como La Celestina para Calisto. A veces, estos personajes son pequeños objetivos de la trama: hay que encontrar un testigo que desenmascara al criminal, o a alguien que conoce a la persona que se busca. O simplemente aparecen para ayudar al protagonista, como un pajarito en un cuento, o el ingenioso “Q” para ofrecer a James Bond sus inventos sofisticados.
· Es un “contraste complementario”: es diferente del protagonista, física o espiritualmente, pero no opuesto a él. Es como Sancho Panza para don Quijote, o Watson para Holmes. Este tipo de personaje secundario suele acompañar al protagonista, formando pareja de acción con él. Sirve sobre todo para ayudar al público a entender al protagonista.
· Es un “contrapunto cómico”, es decir, el gracioso. Además de acompañar al personaje, o de advertirlo, o lo que sea, es el responsable de las escenas de humor en la historia. Suele emplearse muy a menudo, y es un personaje muy difícil: si no es gracioso de verdad, acaba siendo cargante. Todas las películas americanas tienen uno como poco, y no todos brillantes.
Seguro que te has dado cuenta de que un secundario ayudante puede cumplir varias funciones: puede ser “seguidor” y a la vez “contraste complementario” y “cómico”, etcétera. En cualquier caso, si creas a un secundario más o menos relevante, asegúrate de que te sirve para algo en la trama. Si no, deséchalo o será un lastre moverlo de acá para allá.
Los guionistas (americanos) de cine también han desarrollado un tipo especial de personaje, el “personaje de compensación”. Sirve para que nadie se ofenda si alguno de los “malos” pertenece a algún grupo social o racial concreto. Por ejemplo: si entre los “malos” hay algún personaje negro, o árabe, o chino, entre los “buenos” también habrá alguien de su mismo origen, para compensar. Si el detective —blanco y anglosajón—, persigue a un capo de las drogas que es de origen italiano, hispano, o negro, se procurará que alguno de los secundarios principales (la chica, o el amigo, o el jefe del protagonista) pertenezcan a ese grupo social o racial. No es preciso emplear este truco tan “políticamente correcto”, pero a veces puedes tenerlo en cuenta para que nadie tilde tu relato de racista o de poco respetuoso con la gente.
Secundarios oponentes
El antagonista también tiene sus ayudantes, y muchas veces son como la sal en el guiso. Puede contar con espías o chivatos, matones, o esbirros diversos. No sólo aparecen en las películas de aventuras, también en las historias que versan sobre dos grupos antagónicos en una familia, una comunidad, etc. De todos modos, pensar en películas de aventuras, del oeste, de espías o de ciencia ficción te ayudará a coger la idea.
· “Secuaces” o “esbirros” son los diversos “malos de bulto” que conforman el ejército, la banda o lo que sea del antagonista. Pueden ser soldados, gangsters, bandidos, orcos, etc. No son personajes individualizados; sólo sirven para subrayar con su número la fuerza del malvado, y para convertirse en pequeños pero amenazadores obstáculos que el protagonista (y sus acompañantes) suelen vencer.
· “El secuaz principal”. Aunque no es exactamente el antagonista, el secuaz principal es un personaje casi tan poderoso como él. Suele figurar como “segundo al mando” en el ejército del malvado, o como su “brazo derecho” o como guardaespaldas. Requiere cierta elaboración, para que resulte atractivo en cierta medida, y suele ser complementario del antagonista: si el antagonista es débil, pero inteligente, su “secuaz principal” será fortachón aunque corto de luces. En las películas de la serie de James Bond abundan, siempre como psicópatas o asesinos variados. En El Señor de los Anillos tenemos a los Jinetes Negros, o a Saruman, el mago traidor de Isengard.
· “El antagonista ocasional”. Es un antagonista que no está relacionado con el antagonista principal. Suele aparecer en los primeros momentos de la trama, para mostrar al protagonista en acción. Su función es presentar así al protagonista, o, a veces, ser uno de los obstáculos de la trama. Las películas de James Bond siempre tienen alguno al principio; también las de Indiana Jones. Las viejas películas de Simbad tenían montones, como imitación de La Odisea, de Homero. En La Odisea, el antagonista principal de Ulises es el dios Poseidón, y luego, en cada episodio Ulises se encuentra con un adversario distinto (el cíclope, la hechicera Circe, los pretendientes de Penélope, etc.). Como ves, son antagonistas frecuentes en los relatos con muchos episodios. A veces, tras ser vencidos por el protagonista, pasan a ser uno de sus ayudantes (como ocurre con Little John, tras la pelea a bastonazos con Robin Hood).
En general, los malvados suelen enfrentarse al héroe en progresión escalonada, como los adversarios de los videojuegos. Los del principio son más fáciles de vencer; los que vienen detrás van siendo más numerosos, o mejor armados, o luchan con más habilidad. En los sucesivos enfrentamientos, el protagonista se endurece y aprende, gane o pierda, hasta que sea capaz de medirse con el antagonista principal. En las películas llamadas “de acción” abundan tales tipos de personaje, pero no sólo en ellas. En historias sobre problemas familiares, o rivalidad amorosa, el protagonista tiene amigos que le ayudan, y enemigos que ayudan a su rival.
Secundarios neutrales
No se oponen ni ayudan especialmente al protagonista. Quizá sirvan como obstáculo o como ayuda, y el protagonista tendrá que ver cómo los evita o cómo los emplea. Suelen aparecer muchos: los testigos a los que interroga un investigador, los vecinos en la cola del autobús, que indican que algo raro ocurre…
Personajes ocasionales
Son un elemento simplemente ambiental. No es necesario describirlos apenas, así que no es necesario construirlos meticulosamente. Pueden conformarse como tipos: un policía, un mendigo, una dependienta, una jueza,… No obstante, el relato gana un poco si les buscamos alguna característica que los defina: un policía glotón, zampándose su almuerzo; un mendigo mesiánico, anunciando el fin del mundo en medio de su borrachera; una dependienta coqueta; una jueza en avanzado estado de gestación… Pero tampoco te pases desarrollándolos. Si es sólo alguien a quien el protagonista pregunta la hora, con que se diga que es un hombre, o una mujer, ya vale. Tampoco conviene inflar el relato con detalles innecesarios, ni desviar la atención del lector hacia donde luego no encontrará nada.
Esta individualización de tipos es aconsejable para todos los personajes, sean secundarios de cualquier tipo, o principales. En los cuentos infantiles nos encontramos sólo con tipos (el hijo menor del molinero, el leñador, el lobo, la reina…). En cambio, en una narración moderna, procuraremos que cada personaje tenga su gancho personal, “su puntito”.
7. Trucos para construir una buena trama
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viernes, 6 de marzo de 2020
COMO ESCRIBIR UNA HISTORIA
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