viernes, 22 de marzo de 2019

EL PUNTO DE VISTA NARRATIVO II

El punto de vista narrativo II


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Por César Sánchez



En narrativa, llamamos punto de vista a la perspectiva con la que se cuenta una historia: desde qué posición y con qué nivel de conocimiento se narran los hechos que conforman la ficción.

El punto de vista queda condicionado en buena medida por quién es el narrador de la historia. Si el narrador es uno de los personajes, el punto de vista será forzosamente el de ese personaje. Si, en cambio, el narrador no es un personaje, tendremos más libertad de maniobra. Veamos con detalle cada uno de estos dos casos:

Caso 1: el narrador es un personaje

Si quien narra es uno de los personajes, la historia estará contada con su punto de vista. Tendremos lo que se dice un punto de vista interno. Podremos maniobrar un poco haciendo que el personaje narre los hechos a la vez que los vive (en presente), o, como suele ser más frecuente, tras haberlos vivido (en pasado), y en este caso su perspectiva será algo más amplia (por ejemplo, sabrá en todo momento cómo acaba la historia y podrá adelantarlo), pero nunca podrá contar nada de lo que no tenga conocimiento. Así, no podrá comunicar los pensamientos de los otros personajes.

Por ejemplo, en la novela El nombre de la rosa, de Umberto Eco, la historia nos la cuenta, siendo ya anciano, el joven monje coprotagonista. El punto de vista de esta narración es el de alguien que explica con sabiduría unos sucesos de los que fue testigo de joven. 

Caso 2: el narrador no es un personaje

Si, en cambio, quien narra no es un personaje, sino una entidad externa a la historia, entonces su punto de vista ya no tendrá esta limitación, y podremos hacer que narre los hechos con una perspectiva externa, pero también que adopte, si lo necesita, el punto de vista de un personaje o incluso el de varios.

Lo veremos claro con un ejemplo. En La metamorfosis, de Franz Kafka, el narrador es uno externo (y por eso narra en tercera persona y no en primera), pero su punto de vista es, aproximadamente, el del protagonista, Gregorio Samsa. Comprobémoslo:

Cuando Gregorio Samsa se despertó una mañana después de un sueño intranquilo, se encontró sobre su cama convertido en un monstruoso insecto. Estaba tumbado sobre su espalda dura, y en forma de caparazón y, al levantar un poco la cabeza veía un vientre abombado, parduzco, dividido por partes duras en forma de arco, sobre cuya protuberancia apenas podía mantenerse el cobertor, a punto ya de resbalar al suelo. Sus muchas patas, ridículamente pequeñas en comparación con el resto de su tamaño, le vibraban desamparadas ante los ojos.
«¿Qué me ha ocurrido?», pensó. 


Aquí, el narrador está "situado" en la misma posición que el protagonista, en su dormitorio, y narra lo que éste ve y lo que piensa: al levantar la cabeza se ve el vientre abombado y las patas, y entonces piensa qué le habrá sucedido. El punto de vista es el del protagonista, por más que no sea él quien narre.

Pero el punto de vista de este narrador en tercera persona perfectamente podría haber sido otro. Por ejemplo, podría haber sido el del padre del protagonista, que no está en el dormitorio de su hijo sino en el comedor (el texto que sigue lo he inventado para la ocasión):

El señor Samsa estaba desayunando tranquilamente cuando oyó unos extraños ruidos provenientes de la habitación de su hijo. Le llamó, y al no obtener respuesta, pensó que algo raro le debía estar sucediendo. 

También podríamos hacer que el narrador fuese adoptando puntos de vista distintos, primero uno, luego otro, para así poder comunicar los pensamientos de más de un personaje. El narrador no cambiaría, sería la misma voz externa a la historia, pero su punto de vista sí iría cambiando.

De hecho, nada nos impediría colocar en la misma narración, uno a continuación del otro, los párrafos de los dos ejemplos anteriores: en el primero el narrador estaría adoptando el punto de vista de Gregorio, y en el segundo, el del padre:

... a punto ya de resbalar al suelo. Sus muchas patas, ridículamente pequeñas en comparación con el resto de su tamaño, le vibraban desamparadas ante los ojos.
«¿Qué me ha ocurrido?», pensó.
El señor Samsa, que estaba desayunando tranquilamente en el comedor, oyó unos extraños ruidos que provenían de la habitación de su hijo. Le llamó, y al no obtener respuesta, pensó que algo raro le debía estar sucediendo. 


El narrador podría también adoptar un punto de vista impersonal, no asociado a ningún personaje: limitarse a describir la acción de manera objetiva sin comunicar en ningún momento los pensamientos de nadie; algo así como si se tratase de una cámara cinematográfica que fuese tomando planos de la acción y describiéndosela al lector:

Son las siete de la mañana y en casa de los Samsa todo está tranquilo: el señor Samsa está desayunando y la señora Samsa está preparando compota. De repente, se oye un grito. El señor Samsa se levanta extrañado... 


Es importante elegir bien el punto de vista de cualquier narración que escribamos, ya que nos la condicionará de principio a fin. No es lo mismo narrar una historia de detectives con la perspectiva de la inspectora de policía, que con la del asesino, que con la de la víctima, que con de todos ellos, que con la de ninguno.

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