viernes, 12 de octubre de 2018

LA PUESTA EN ESCENA

La puesta en escena
o cómo planificar una escena antes de narrarla


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Por César Sánchez





El término puesta en escena se usa en cine y teatro para hacer referencia a cómo el director, para cada escena, compone el escenario y ubica y hace moverse en él a los actores. En este artículo voy a explicar cómo en narrativa, una vez hemos trabajado la escaleta de nuestra novela o relato, conviene hacer también una puesta en escena de cada una de las escenas de la historia.

Lo habitual, al narrar una historia, es ir alternando entre resúmenes y escenas. En un resumen no detallamos el escenario ni las acciones de los personajes: por ejemplo, podemos empezar un capítulo resumiendo cómo un personaje llegó a una ciudad: «Estuve en Boston por primera vez en 1995. Mi tío Robert había muerto, y su abogado me contactó por teléfono para que acudiese a recoger un documento». Aquí no detallamos cómo llegó el personaje a Boston, si en coche o en avión, ni cómo había respondido al teléfono, esto es, no informamos de si recibió la llamada en su móvil, mientras paseaba, o en el fijo de su casa, mientras dormía la siesta. Tampoco damos detalles sobre la muerte del tío. Estamos resumiendo, no escenificando, y no nos preocupamos por la posición de los personajes ni de los objetos ni por otros detalles de escenario como la iluminación, olores, ruidos, temperatura, etc.

Pero, tarde o temprano, tendremos que escenificar. En el ejemplo que he puesto, la protagonista llegará al despacho del abogado y escuchará lo que éste tenga que comunicarle. Será una información importante, la que reciba del abogado, por lo que convendrá que el narrador se tome su tiempo y, aparte de describir el escenario (que aquí podría ser un despacho lujoso, que dé a entender que no se trataba de un abogado cualquiera y que el tío del protagonista estaba forrado o metido en algún asunto importante), nos muestre el diálogo que mantuvieron los personajes.

Convendrá, lo primero, ubicar a los personajes en algún lugar de la sala. Si no lo hacemos, el lector únicamente visualizará en su cabeza un despacho de abogados y dos personas que dialogan, sin saber bien si están de pie, sentados en sillas, uno enfrente del otro, tomando café, agua, té con galletas... El lector los visualizará como si flotasen en el vacío, en el interior de un despacho, y la narración estará perdiendo muchísimos puntos. Aparte, no podremos aprovechar el escenario ni el attrezzo (objetos móviles, como aquí sería la botella de agua) para vestir las acciones y reacciones de los personajes: por ejemplo, hacer que la protagonista se atragante con el agua y tosa cuando reciba cierta noticia del abogado (por ejemplo, que su tío le había nombrado heredera de una fortuna).

Para esta escena, una solución de puesta en escena sería la siguiente: el abogado está sentado tras su escritorio en una silla con respaldo acolchado. Al entrar la sobrina, acompañada por un secretario, el abogado se levanta, rodea el escritorio y avanza hacia la sobrina para darle la mano; la sobrina avanza hacia él y le da la mano; el abogado le pide que se siente en una de las dos sillas, también acolchadas, que hay frente al escritorio; la sobrina le da la gracias y se sienta en una de ellas; el abogado le pregunta a la sobrina si quiere beber algo; la sobrina responde que un poco de agua; el abogado le pide al secretario que traiga agua para la señorita; el secretario sale; el abogado rodea el escritorio y se sienta de nuevo mientras le pregunta a la sobrina qué tal le ha ido el viaje; la sobrina le responde. La conversación continúa con los dos personajes sentados uno frente al otro. El secretario entra con un botellín de agua y se la ofrece a la sobrina, la sobrina coge el botellín a la vez que da las gracias y entonces el secretario se retira. La conversación continúa... 

Con esta puesta en escena, ahora podemos aprovechar para, por ejemplo, hacer que la sobrina tosa al beber el agua o se hunda en el respaldo de su asiento al recibir la noticia que ha de darle el abogado, o que éste, a cierta altura de la conversación, abra uno de los cajones del escritorio y saque un documento, o un maletín con dinero, o una pistola, o lo que sea que requiera la historia.

En el momento de escribir la escena hemos de asegurarnos de ir dándole al lector toda la información necesaria para que pueda captar la ficción correctamente. En particular, es muy importante infomarle de cualquier acción que cambie el estado de un personaje, de un objeto o de una parte del escenario. Por ejemplo: si no indicamos que el secretario, tras traer el agua, sale del despacho, el lector supondrá que se ha quedado en él, con lo que cuando más adelante, una vez haya finalizado la conversación entre la sobrina y el abogado, le informemos de que el abogado llama al secretario por el comunicador, el lector pensará: pero... ¿no seguía el secretario en el despacho? Esto le supondrá un traspié que le distraerá de la lectura. Otro ejemplo sería el siguiente: si a mitad de la conversación informamos de que la sobrina echa un trago al botellín de agua, el lector visualizará bien esta acción sólo si antes hemos informado de que lo había abierto; si no, supondrá que seguía cerrado, y no le cuadrará que el personaje pueda beber de un botellín que aún lleva puesto el tapón. Será un nuevo tropezón que le sacará de la ficción y un punto menos para nosotros como escritores por no haber tenido lo suficientemente en cuenta la puesta en escena de este encuentro entre personajes. 

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